EL APOCALIPSIS
DE SAN JUAN
Capítulo 1
La revelación de
Jesucristo
1:1 La revelación de
Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que
deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su
siervo Juan,
1:2 que ha dado
testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de
todas las cosas que ha visto.
1:3 Bienaventurado
el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las
cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.
Salutaciones a las
siete iglesias
1:4 Juan, a las
siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y
que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante
de su trono;
1:5 y de Jesucristo
el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los
reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con
su sangre,
1:6 y nos hizo reyes
y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los
siglos de los siglos. Amén.
1:7 He aquí que
viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le
traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por
él. Sí, amén.
1:8 Yo soy el Alfa y
la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha
de venir, el Todopoderoso.
Una visión del Hijo
del Hombre
1:9 Yo Juan, vuestro
hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la
paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de
la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
1:10 Yo estaba en el
Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de
trompeta,
1:11 que decía: Yo
soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo
que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso,
Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
1:12 Y me volví para
ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
1:13 y en medio de
los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de
una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto
de oro.
1:14 Su cabeza y sus
cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama
de fuego;
1:15 y sus pies
semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz
como estruendo de muchas aguas.
1:16 Tenía en su
diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos;
y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
1:17 Cuando le vi,
caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome:
No temas; yo soy el primero y el último;
1:18 y el que vivo,
y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos,
amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
1:19 Escribe las
cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de
estas.
1:20 El misterio de
las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete
candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete
iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.
Capítulo 2
Mensajes a las siete
iglesias: El mensaje a Efeso
é
2:1 Escribe al ángel
de la iglesia en Efeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra,
el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:
2:2 Yo conozco tus
obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los
malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y
los has hallado mentirosos;
2:3 y has sufrido, y
has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre,
y no has desmayado.
2:4 Pero tengo
contra ti, que has dejado tu primer amor.
2:5 Recuerda, por
tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras;
pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si
no te hubieres arrepentido.
2:6 Pero tienes
esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también
aborrezco.
2:7 El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le
daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso
de Dios.
El mensaje a
Esmirna
2:8 Y escribe al
ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que
estuvo muerto y vivió, dice esto:
2:9 Yo conozco tus
obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la
blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de
Satanás.
2:10 No temas en
nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de
vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación
por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la
vida.
2:11 El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no
sufrirá daño de la segunda muerte.
El mensaje a
Pérgamo
2:12 Y escribe al
ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos
filos dice esto:
2:13 Yo conozco tus
obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi
nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi
testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.
2:14 Pero tengo unas
pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de
Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel,
a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.
2:15 Y también
tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo
aborrezco.
2:16 Por tanto,
arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con
la espada de mi boca.
2:17 El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré
a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la
piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel
que lo recibe.
El mensaje a
Tiatira
2:18 Y escribe al
ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como
llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto:
2:19 Yo conozco tus
obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras
postreras son más que las primeras.
2:20 Pero tengo unas
pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice
profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas
sacrificadas a los ídolos.
2:21 Y le he dado
tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su
fornicación.
2:22 He aquí, yo la
arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si
no se arrepienten de las obras de ella.
2:23 Y a sus hijos
heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que
escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras
obras.
2:24 Pero a vosotros
y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y
no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os
digo: No os impondré otra carga;
2:25 pero lo que
tenéis, retenedlo hasta que yo venga.
2:26 Al que venciere
y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las
naciones,
2:27 y las regirá
con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo
también la he recibido de mi Padre;
2:28 y le daré la
estrella de la mañana.
2:29 El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Capítulo 3
El mensaje a Sardis
é
3:1 Escribe al ángel
de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las
siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de
que vives, y estás muerto.
3:2 Sé vigilante, y
afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus
obras perfectas delante de Dios.
3:3 Acuérdate, pues,
de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no
velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre
ti.
3:4 Pero tienes unas
pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán
conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.
3:5 El que venciere
será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de
la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus
ángeles.
3:6 El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
El mensaje a
Filadelfia
3:7 Escribe al ángel
de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que
tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y
ninguno abre:
3:8 Yo conozco tus
obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual
nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi
palabra, y no has negado mi nombre.
3:9 He aquí, yo
entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo
son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus
pies, y reconozcan que yo te he amado.
3:10 Por cuanto has
guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora
de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los
que moran sobre la tierra.
3:11 He aquí, yo
vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.
3:12 Al que
venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá
de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la
ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de
mi Dios, y mi nombre nuevo.
3:13 El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
El mensaje a
Laodicea
3:14 Y escribe al
ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y
verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:
3:15 Yo conozco tus
obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
3:16 Pero por cuanto
eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
3:17 Porque tú
dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo
necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre,
ciego y desnudo.
3:18 Por tanto, yo
te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico,
y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de
tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
3:19 Yo reprendo y
castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
3:20 He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
3:21 Al que
venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
3:22 El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Capítulo 4
La adoración
celestial
é
4:1 Después de esto
miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí,
como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las
cosas que sucederán después de estas.
4:2 Y al instante yo
estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en
el trono, uno sentado.
4:3 Y el aspecto del
que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y
había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la
esmeralda.
4:4 Y alrededor del
trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a
veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en
sus cabezas.
4:5 Y del trono
salían relámpagos y truenos y voces; y delante del trono ardían
siete lámparas de fuego, las cuales son los siete espíritus de Dios.
4:6 Y delante del
trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al
trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos
delante y detrás.
4:7 El primer ser
viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro;
el tercero tenía rostro como de hombre; y el cuarto era semejante a un
águila volando.
4:8 Y los cuatro
seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro
estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo,
santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el
que ha de venir.
4:9 Y siempre que
aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que
está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos,
4:10 los
veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el
trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus
coronas delante del trono, diciendo:
4:11 Señor, digno
eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas
las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.
Capítulo 5
El rollo y el
Cordero
é
5:1 Y vi en la mano
derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y
por fuera, sellado con siete sellos.
5:2 Y vi a un ángel
fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y
desatar sus sellos?
5:3 Y ninguno, ni en
el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro,
ni aun mirarlo.
5:4 Y lloraba yo
mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni
de leerlo, ni de mirarlo.
5:5 Y uno de los
ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá,
la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete
sellos.
5:6 Y miré, y vi que
en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los
ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete
cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios
enviados por toda la tierra.
5:7 Y vino, y tomó
el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.
5:8 Y cuando hubo
tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos
se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro
llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
5:9 y cantaban un
nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus
sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para
Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
5:10 y nos has hecho
para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
5:11 Y miré, y oí la
voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y
de los ancianos; y su número era millones de millones,
5:12 que decían a
gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las
riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la
alabanza.
5:13 Y a todo lo
creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y
en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está
sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria
y el poder, por los siglos de los siglos.
5:14 Los cuatro
seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron
sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.
Capítulo 6
Los sellos
é
6:1 Vi cuando el
Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres
vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira.
6:2 Y miré, y he
aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue
dada una corona, y salió venciendo, y para vencer.
6:3 Cuando abrió el
segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira.
6:4 Y salió otro
caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la
tierra la paz, y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran
espada.
6:5 Cuando abrió el
tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré,
y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la
mano.
6:6 Y oí una voz de
en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo
por un denario, y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes
el aceite ni el vino.
6:7 Cuando abrió el
cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira.
6:8 Miré, y he aquí
un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el
Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la
tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las
fieras de la tierra.
6:9 Cuando abrió el
quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos
por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían.
6:10 Y clamaban a
gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y
vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?
6:11 Y se les dieron
vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de
tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus
hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.
6:12 Miré cuando
abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se
puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
6:13 y las estrellas
del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus
higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
6:14 Y el cielo se
desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla
se removió de su lugar.
6:15 Y los reyes de
la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y
todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas
de los montes;
6:16 y decían a los
montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de
aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;
6:17 porque el gran
día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?
Capítulo 7
Los 144,000
sellados
é
7:1 Después de esto
vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que
detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento
alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.
7:2 Vi también a
otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios
vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había
dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
7:3 diciendo: No
hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos
sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.
7:4 Y oí el número
de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las
tribus de los hijos de Israel.
7:5 De la tribu de
Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la
tribu de Gad, doce mil sellados.
7:6 De la tribu de
Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De
la tribu de Manasés, doce mil sellados.
7:7 De la tribu de
Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la
tribu de Isacar, doce mil sellados.
7:8 De la tribu de
Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De
la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
La multitud vestida
de ropas blancas
7:9 Después de esto
miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas
naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y
en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en
las manos;
7:10 y clamaban a
gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está
sentado en el trono, y al Cordero.
7:11 Y todos los
ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los
cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del
trono, y adoraron a Dios,
7:12 diciendo: Amén.
La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la
honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de
los siglos. Amén.
7:13 Entonces uno de
los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas
blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?
7:14 Yo le dije:
Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la
gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en
la sangre del Cordero.
7:15 Por esto están
delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el
que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
7:16 Ya no tendrán
hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno;
7:17 porque el
Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a
fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de
ellos.
Capítulo 8
El séptimo sello
é
8:1 Cuando abrió el
séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
8:2 Y vi a los siete
ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.
8:3 Otro ángel vino
entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio
mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre
el altar de oro que estaba delante del trono.
8:4 Y de la mano del
ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las
oraciones de los santos.
8:5 Y el ángel tomó
el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la
tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.
Las trompetas
8:6 Y los siete
ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.
8:7 El primer ángel
tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que
fueron lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se
quemó, y se quemó toda la hierba verde.
8:8 El segundo ángel
tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue
precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en
sangre.
8:9 Y murió la
tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera
parte de las naves fue destruida.
8:10 El tercer ángel
tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una
antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes
de las aguas.
8:11 Y el nombre de
la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en
ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se
hicieron amargas.
8:12 El cuarto ángel
tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera
parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que se
oscureciese la tercera parte de ellos, y no hubiese luz en la tercera
parte del día, y asimismo de la noche.
8:13 Y miré, y oí a
un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay,
de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta
que están para sonar los tres ángeles!
Capítulo 9
é
9:1 El quinto ángel
tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se
le dio la llave del pozo del abismo.
9:2 Y abrió el pozo
del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se
oscureció el sol y el aire por el humo del pozo.
9:3 Y del humo
salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen
poder los escorpiones de la tierra.
9:4 Y se les mandó
que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a
ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de
Dios en sus frentes.
9:5 Y les fue dado,
no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento
era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre.
9:6 Y en aquellos
días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán
morir, pero la muerte huirá de ellos.
9:7 El aspecto de
las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en
las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras
humanas;
9:8 tenían cabello
como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones;
9:9 tenían corazas
como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de
muchos carros de caballos corriendo a la batalla;
9:10 tenían colas
como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder
para dañar a los hombres durante cinco meses.
9:11 Y tienen por
rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y
en griego, Apolión.
9:12 El primer ay
pasó; he aquí, vienen aún dos ayes después de esto.
9:13 El sexto ángel
tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de
oro que estaba delante de Dios,
9:14 diciendo al
sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están
atados junto al gran río Eufrates.
9:15 Y fueron
desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día,
mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres.
9:16 Y el número de
los ejércitos de los jinetes era doscientos millones. Yo oí su número.
9:17 Así vi en
visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego,
de zafiro y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabezas
de leones; y de su boca salían fuego, humo y azufre.
9:18 Por estas tres
plagas fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo
y el azufre que salían de su boca.
9:19 Pues el poder
de los caballos estaba en su boca y en sus colas; porque sus colas,
semejantes a serpientes, tenían cabezas, y con ellas dañaban.
9:20 Y los otros
hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se
arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los
demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de
madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar;
9:21 y no se
arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su
fornicación, ni de sus hurtos.
Capítulo 10
El ángel con el
librito
é
10:1 Vi descender
del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris
sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas
de fuego.
10:2 Tenía en su
mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el
izquierdo sobre la tierra;
10:3 y clamó a gran
voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron
sus voces.
10:4 Cuando los
siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una
voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han
dicho, y no las escribas.
10:5 Y el ángel que
vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,
10:6 y juró por el
que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que
están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las
cosas que están en él, que el tiempo no sería más,
10:7 sino que en los
días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la
trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus
siervos los profetas.
10:8 La voz que oí
del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está
abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la
tierra.
10:9 Y fui al ángel,
diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te
amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
10:10 Entonces tomé
el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como
la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
10:11 Y él me dijo:
Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones,
lenguas y reyes.
Capítulo 11
Los dos testigos
é
11:1 Entonces me fue
dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y
mide el templo de Dios, y el altar, y a los que adoran en él.
11:2 Pero el patio
que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo midas, porque ha sido
entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y
dos meses.
11:3 Y daré a mis
dos testigos que profeticen por mil doscientos sesenta días, vestidos de
cilicio.
11:4 Estos testigos
son los dos olivos, y los dos candeleros que están en pie delante del
Dios de la tierra.
11:5 Si alguno
quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos, y devora a sus
enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir él de la misma
manera.
11:6 Estos tienen
poder para cerrar el cielo, a fin de que no llueva en los días de su
profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre,
y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran.
11:7 Cuando hayan
acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra
contra ellos, y los vencerá y los matará.
11:8 Y sus cadáveres
estarán en la plaza de la grande ciudad que en sentido espiritual se
llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.
11:9 Y los de los
pueblos, tribus, lenguas y naciones verán sus cadáveres por tres días y
medio, y no permitirán que sean sepultados.
11:10 Y los
moradores de la tierra se regocijarán sobre ellos y se alegrarán, y se
enviarán regalos unos a otros; porque estos dos profetas habían
atormentado a los moradores de la tierra.
11:11 Pero después
de tres días y medio entró en ellos el espíritu de vida enviado por
Dios, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que
los vieron.
11:12 Y oyeron una
gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una
nube; y sus enemigos los vieron.
11:13 En aquella
hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se
derrumbó, y por el terremoto murieron en número de siete mil hombres; y
los demás se aterrorizaron, y dieron gloria al Dios del cielo.
11:14 El segundo ay
pasó; he aquí, el tercer ay viene pronto.
La séptima trompeta
11:15 El séptimo
ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían:
Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y
él reinará por los siglos de los siglos.
11:16 Y los
veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus
tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
11:17 diciendo: Te
damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has
de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.
11:18 Y se airaron
las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y
de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que
temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los
que destruyen la tierra.
11:19 Y el templo de
Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el
templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande
granizo.
Capítulo 12
La mujer y el
dragón
é
12:1 Apareció en el
cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de
sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
12:2 Y estando
encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento.
12:3 También
apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que
tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;
12:4 y su cola
arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó
sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para
dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
12:5 Y ella dio a
luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones;
y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.
12:6 Y la mujer huyó
al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la
sustenten por mil doscientos sesenta días.
12:7 Después hubo
una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el
dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
12:8 pero no
prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
12:9 Y fue lanzado
fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y
Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y
sus ángeles fueron arrojados con él.
12:10 Entonces oí
una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el
poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque
ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los
acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
12:11 Y ellos le han
vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del
testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
12:12 Por lo cual
alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la
tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran
ira, sabiendo que tiene poco tiempo.
12:13 Y cuando vio
el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que
había dado a luz al hijo varón.
12:14 Y se le dieron
a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de
la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo,
y tiempos, y la mitad de un tiempo.
12:15 Y la serpiente
arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese
arrastrada por el río.
12:16 Pero la tierra
ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el
dragón había echado de su boca.
12:17 Entonces el
dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra
el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de
Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.
Capítulo 13
Las dos bestias
é
13:1 Me paré sobre
la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas
y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un
nombre blasfemo.
13:2 Y la bestia que
vi era semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como
boca de león. Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande
autoridad.
13:3 Vi una de sus
cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue sanada; y se
maravilló toda la tierra en pos de la bestia,
13:4 y adoraron al
dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia,
diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?
13:5 También se le
dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad
para actuar cuarenta y dos meses.
13:6 Y abrió su boca
en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su
tabernáculo, y de los que moran en el cielo.
13:7 Y se le
permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio
autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.
13:8 Y la adoraron
todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el
libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del
mundo.
13:9 Si alguno tiene
oído, oiga.
13:10 Si alguno
lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a
espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.
13:11 Después vi
otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los
de un cordero, pero hablaba como dragón.
13:12 Y ejerce toda
la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la
tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida
mortal fue sanada.
13:13 También hace
grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a
la tierra delante de los hombres.
13:14 Y engaña a los
moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en
presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le
hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.
13:15 Y se le
permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen
hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.
13:16 Y hacía que a
todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les
pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente;
13:17 y que ninguno
pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de
la bestia, o el número de su nombre.
13:18 Aquí hay
sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia,
pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
Capítulo 14
El cántico de los
144,000
é
14:1 Después miré, y
he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte de Sion, y con él ciento
cuarenta y cuatro mil, que tenían el nombre de él y el de su Padre
escrito en la frente.
14:2 Y oí una voz
del cielo como estruendo de muchas aguas, y como sonido de un gran
trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas.
14:3 Y cantaban un
cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres
vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino
aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los
de la tierra.
14:4 Estos son los
que no se contaminaron con mujeres, pues son vírgenes. Estos son los que
siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron redimidos de
entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero;
14:5 y en sus bocas
no fue hallada mentira, pues son sin mancha delante del trono de Dios.
El mensaje de los
tres ángeles
14:6 Vi volar por en
medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para
predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y
pueblo,
14:7 diciendo a gran
voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha
llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las
fuentes de las aguas.
14:8 Otro ángel le
siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la gran ciudad, porque
ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su
fornicación.
14:9 Y el tercer
ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a
su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,
14:10 él también
beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz
de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos
ángeles y del Cordero;
14:11 y el humo de
su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de
día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que
reciba la marca de su nombre.
14:12 Aquí está la
paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la
fe de Jesús.
14:13 Oí una voz que
desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante
los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de
sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.
La tierra es segada
14:14 Miré, y he
aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del
Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz
aguda.
14:15 Y del templo
salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la
nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la
mies de la tierra está madura.
14:16 Y el que
estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue
segada.
14:17 Salió otro
ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda.
14:18 Y salió del
altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al
que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz aguda, y vendimia los
racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras.
14:19 Y el ángel
arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las
uvas en el gran lagar de la ira de Dios.
14:20 Y fue pisado
el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos
de los caballos, por mil seiscientos estadios.
Capítulo 15
Los ángeles con las
siete postreras plagas
é
15:1 Vi en el cielo
otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete
plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios.
15:2 Vi también como
un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la
victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su
nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios.
15:3 Y cantan el
cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:
Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y
verdaderos son tus caminos, Rey de los santos.
15:4 ¿Quién no te
temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por
lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se
han manifestado.
15:5 Después de
estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del
tabernáculo del testimonio;
15:6 y del templo
salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino
limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de
oro.
15:7 Y uno de los
cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro,
llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos.
15:8 Y el templo se
llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía
entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de
los siete ángeles.
Capítulo 16
Las copas de ira
é
16:1 Oí una gran voz
que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la
tierra las siete copas de la ira de Dios.
16:2 Fue el primero,
y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y
pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que
adoraban su imagen.
16:3 El segundo
ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como
de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.
16:4 El tercer ángel
derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se
convirtieron en sangre.
16:5 Y oí al ángel
de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que
eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
16:6 Por cuanto
derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has
dado a beber sangre; pues lo merecen.
16:7 También oí a
otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso,
tus juicios son verdaderos y justos.
16:8 El cuarto ángel
derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con
fuego.
16:9 Y los hombres
se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que
tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle
gloria.
16:10 El quinto
ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió
de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas,
16:11 y blasfemaron
contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se
arrepintieron de sus obras.
16:12 El sexto ángel
derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y el agua de éste se secó,
para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente.
16:13 Y vi salir de
la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso
profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas;
16:14 pues son
espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra
en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios
Todopoderoso.
16:15 He aquí, yo
vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas,
para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.
16:16 Y los reunió
en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
16:17 El séptimo
ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del
cielo, del trono, diciendo: Hecho está.
16:18 Entonces hubo
relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un
terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han
estado sobre la tierra.
16:19 Y la gran
ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones
cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle
el cáliz del vino del ardor de su ira.
16:20 Y toda isla
huyó, y los montes no fueron hallados.
16:21 Y cayó del
cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un
talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del
granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.
Capítulo 17
Condenación de la
gran ramera
é
17:1 Vino entonces
uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo
diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera,
la que está sentada sobre muchas aguas;
17:2 con la cual han
fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han
embriagado con el vino de su fornicación.
17:3 Y me llevó en
el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia
escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez
cuernos.
17:4 Y la mujer
estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro de piedras
preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de
abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;
17:5 y en su frente
un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS
RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
17:6 Vi a la mujer
ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de
Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.
17:7 Y el ángel me
dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la
bestia que la trae, la cual tiene las siete cabezas y los diez cuernos.
17:8 La bestia que
has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a
perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están
escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se
asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será.
17:9 Esto, para la
mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los
cuales se sienta la mujer,
17:10 y son siete
reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y
cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.
17:11 La bestia que
era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la
perdición.
17:12 Y los diez
cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino;
pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la
bestia.
17:13 Estos tienen
un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.
17:14 Pelearán
contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de
señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y
fieles.
17:15 Me dijo
también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos,
muchedumbres, naciones y lenguas.
17:16 Y los diez
cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la
dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con
fuego;
17:17 porque Dios ha
puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo,
y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
17:18 Y la mujer que
has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.
Capítulo 18
La caída de
Babilonia
é
18:1 Después de esto
vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue
alumbrada con su gloria.
18:2 Y clamó con voz
potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho
habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de
toda ave inmunda y aborrecible.
18:3 Porque todas
las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los
reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra
se han enriquecido de la potencia de sus deleites.
18:4 Y oí otra voz
del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis
partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas;
18:5 porque sus
pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus
maldades.
18:6 Dadle a ella
como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en
que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble.
18:7 Cuanto ella se
ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y
llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina, y no soy
viuda, y no veré llanto;
18:8 por lo cual en
un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y hambre, y será quemada
con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga.
18:9 Y los reyes de
la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites,
llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su
incendio,
18:10 parándose
lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad
de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio!
18:11 Y los
mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque
ninguno compra más sus mercaderías;
18:12 mercadería de
oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de
púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto
de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de
mármol;
18:13 y canela,
especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de
harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas de
hombres.
18:14 Los frutos
codiciados por tu alma se apartaron de ti, y todas las cosas exquisitas
y espléndidas te han faltado, y nunca más las hallarás.
18:15 Los mercaderes
de estas cosas, que se han enriquecido a costa de ella, se pararán lejos
por el temor de su tormento, llorando y lamentando,
18:16 y diciendo:
¡Ay, ay, de la gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, de púrpura
y de escarlata, y estaba adornada de oro, de piedras preciosas y de
perlas!
18:17 Porque en una
hora han sido consumidas tantas riquezas. Y todo piloto, y todos los que
viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se
pararon lejos;
18:18 y viendo el
humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a
esta gran ciudad?
18:19 Y echaron
polvo sobre sus cabezas, y dieron voces, llorando y lamentando,
diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían
naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora
ha sido desolada!
18:20 Alégrate sobre
ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os
ha hecho justicia en ella.
18:21 Y un ángel
poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en
el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran
ciudad, y nunca más será hallada.
18:22 Y voz de
arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en
ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti, ni ruido
de molino se oirá más en ti.
18:23 Luz de lámpara
no alumbrará más en ti, ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti;
porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus
hechicerías fueron engañadas todas las naciones.
18:24 Y en ella se
halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han
sido muertos en la tierra.
Capítulo 19
Alabanzas en el
cielo
é
19:1 Después de esto
oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya!
Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro;
19:2 porque sus
juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha
corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus
siervos de la mano de ella.
19:3 Otra vez
dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos.
19:4 Y los
veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en
tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían:
¡Amén! ¡Aleluya!
19:5 Y salió del
trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los
que le teméis, así pequeños como grandes.
19:6 Y oí como la
voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la
voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro
Dios Todopoderoso reina!
19:7 Gocémonos y
alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero,
y su esposa se ha preparado.
19:8 Y a ella se le
ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque
el lino fino es las acciones justas de los santos.
La cena de las bodas
del Cordero
19:9 Y el ángel me
dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las
bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.
19:10 Yo me postré a
sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy
consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús.
Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la
profecía.
El jinete del
caballo blanco
19:11 Entonces vi el
cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se
llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.
19:12 Sus ojos eran
como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un
nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.
19:13 Estaba vestido
de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS.
19:14 Y los
ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le
seguían en caballos blancos.
19:15 De su boca
sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las
regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de
la ira del Dios Todopoderoso.
19:16 Y en su
vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR
DE SEÑORES.
19:17 Y vi a un
ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas
las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran
cena de Dios,
19:18 para que
comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de
caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos,
pequeños y grandes.
19:19 Y vi a la
bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para
guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército.
19:20 Y la bestia
fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de
ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la
marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron
lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre.
19:21 Y los demás
fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el
caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.
Capítulo 20
Los mil años
é
20:1 Vi a un ángel
que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en
la mano.
20:2 Y prendió al
dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por
mil años;
20:3 y lo arrojó al
abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más
a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto
debe ser desatado por un poco de tiempo.
20:4 Y vi tronos, y
se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las
almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la
palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y
que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y
reinaron con Cristo mil años.
20:5 Pero los otros
muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es
la primera resurrección.
20:6 Bienaventurado
y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte
no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de
Cristo, y reinarán con él mil años.
20:7 Cuando los mil
años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión,
20:8 y saldrá a
engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a
Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los
cuales es como la arena del mar.
20:9 Y subieron
sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y
la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.
20:10 Y el diablo
que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban
la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los
siglos de los siglos.
El juicio ante el
gran trono blanco
20:11 Y vi un gran
trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron
la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.
20:12 Y vi a los
muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron
abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y
fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los
libros, según sus obras.
20:13 Y el mar
entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron
los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus
obras.
20:14 Y la muerte y
el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
20:15 Y el que no se
halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Capítulo 21
Cielo nuevo y tierra
nueva
é
21:1 Vi un cielo
nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra
pasaron, y el mar ya no existía más.
21:2 Y yo Juan vi la
santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,
dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
21:3 Y oí una gran
voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres,
y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con
ellos como su Dios.
21:4 Enjugará Dios
toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
21:5 Y el que estaba
sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me
dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
21:6 Y me dijo:
Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que
tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la
vida.
21:7 El que venciere
heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
21:8 Pero los
cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y
hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el
lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
La nueva Jerusalén
21:9 Vino entonces a
mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las
siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te
mostraré la desposada, la esposa del Cordero.
21:10 Y me llevó en
el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa
de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,
21:11 teniendo la
gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una piedra preciosísima,
como piedra de jaspe, diáfana como el cristal.
21:12 Tenía un muro
grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y
nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de
Israel;
21:13 al oriente
tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente
tres puertas.
21:14 Y el muro de
la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los
doce apóstoles del Cordero.
21:15 El que hablaba
conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus
puertas y su muro.
21:16 La ciudad se
halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él
midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura
y la anchura de ella son iguales.
21:17 Y midió su
muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es
de ángel.
21:18 El material de
su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al
vidrio limpio;
21:19 y los
cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra
preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero,
ágata; el cuarto, esmeralda;
21:20 el quinto,
ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el
noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el
duodécimo, amatista.
21:21 Las doce
puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la
calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
21:22 Y no vi en
ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y
el Cordero.
21:23 La ciudad no
tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria
de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
21:24 Y las naciones
que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la
tierra traerán su gloria y honor a ella.
21:25 Sus puertas
nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
21:26 Y llevarán la
gloria y la honra de las naciones a ella.
21:27 No entrará en
ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino
solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
Capítulo 22
é
22:1 Después me
mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal,
que salía del trono de Dios y del Cordero.
22:2 En medio de la
calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la
vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del
árbol eran para la sanidad de las naciones.
22:3 Y no habrá más
maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus
siervos le servirán,
22:4 y verán su
rostro, y su nombre estará en sus frentes.
22:5 No habrá allí
más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol,
porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los
siglos.
La venida de Cristo
está cerca
22:6 Y me dijo:
Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los
espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus
siervos las cosas que deben suceder pronto.
22:7 ¡He aquí, vengo
pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este
libro.
22:8 Yo Juan soy el
que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me
postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas.
22:9 Pero él me
dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos
los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a
Dios.
22:10 Y me dijo: No
selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está
cerca.
22:11 El que es
injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía;
y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo,
santifíquese todavía.
22:12 He aquí yo
vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según
sea su obra.
22:13 Yo soy el Alfa
y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
22:14
Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de
la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.
22:15 Mas los perros
estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los
idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.
22:16 Yo Jesús he
enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.
Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la
mañana.
22:17 Y el Espíritu
y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed,
venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
22:18 Yo testifico a
todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno
añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están
escritas en este libro.
22:19 Y si alguno
quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su
parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que
están escritas en este libro.
22:20 El que da
testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí,
ven, Señor Jesús.
22:21 La gracia de
nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
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